Pajaritos en mi cara,
en mi vida, en mis orejas,
que los miro desde cerca,
desde lejos, desde afuera.
Pajaritos que crecieron
al abrigo de ilusiones
que se fueron derritiendo
poco a poco sin consuelo,
que me acompañan ahora
como habrán acompañado
caricias que a veces tuve
aunque nadie me tocara.
Besos que a veces pedía
cuando nadie me los daba.
Tener en mi pobre bocho
tantos pajaritos sueltos
es como volar de noche
cuando la noche está loca
mientras las luces del cielo
revolotean sin traba
atrayendo las miradas
de la gente deslumbrada
haciéndose peregrinas
si del polo viven cerca.
Quizás esta noche sea
una de las noches sueltas
cuando las llamas del sol
se convierten en cadenas
de esplendor en las alturas
para acercarse a la tierra
y podés ver su hermosura
si es que te encontrás despierta.
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