Estoy en Boston,
mágica tierra
que no conozco
ni conociera.
Estoy de paso
desde la escuela,
al caso estrecho
de la rayuela
y las canciones
de alguna abuela
que piensa loca
si está contenta
de ver de lejos
lo que le espera
si nadie sabe
cómo perderla,
o cómo pronto
algo se gana
sin la vergüenza
de ver de lejos
lo que se piensa,
siempre rodeada
de gente fiera
que sufre y canta
a su bandera.
Estoy sentada
en una silla
dentro de Boston
sin mucha prisa
si lo que espera
en el aeropuerto
de la rayuela
son los gusanos
de la paciencia
que están creciendo
muy dentro tuyo
sin darte cuenta.
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