Sentirse alerta, llamar de día,
llamar de noche, con el engaño
de estar soñando sin que lo quiera,
sin que me importe que alguien me vea
cuando me pongo a escribir un verso
mientras mi cara como si nada,
sentada cerca de la ventana,
baja al pupitre de mi escritorio
puede de a poco sentirse alerta
aunque se duerma sin la vergüenza
que da el dormirse aunque no quiera
cuando me apoyo sobre la mesa.
Pensar comiendo, pensar sentada,
cantar al cielo, a la gentileza
de caminatas imaginadas
dentro el meollo de mi cabeza,
con esperanzas que ya no siento
mientras me canso con desconsuelo
porque mi cara está tan pesada
que no la aguanto sobre mi cuello.
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