Quién sabe

Quién sabe si en la locura
de escuchar al corazón
me pierdo en enredaderas
de flores mustias y arroz.
Arroz del arroz con leche
quizás me quiera casar
con un muchacho valiente
que viva cerca del mar,
que sepa abrirme la puerta,
el balcón y la tranquera
de alguna chacra con gente
que baila la chacarera
de mañana, tarde y noche
todo el día sin parar,
añorando una esperanza
para que puedan jugar.

Juegos

Juegos de palabras
que llegan contentos,
que toman tu mano,
que escuchan atentos,
y en la caravana
de cosas sin tino,
juegos de palabras
que nunca me entiendo,
si es que me recuerdan
las cosas que pierdo.

Ojos

Ojos azules de todo tiempo,
que lloran mucho, nunca contentos,
que miran lejos, que miran tiernos,
que ven la hora, los sentimientos,
la gran aurora del sufrimiento
y las palabras que lleva el viento.
Ojos verdosos, grises de ensueño,
que en la mañana miro sin miedo,
porque me calan, me calman toda
con la mirada que nada toca
en la jugada de hojas de sombra,
en tu cariño y en mi recuerdo.
Conjuntivitis que va comiendo
cerebro y ojos en crecimiento,
la gran locura de los recuerdos
en la parada del movimiento.

Trabajo

Volvemos al trabajo
mañana, qué alegría,
volver a dormir poco,
vivir a las corridas,
pensando en las palabras,
las cosas de la vida,
la gente que depende
que yo no esté torcida
y el beso que te doy
un poco a la escondida.

Lluvia

La lluvia caía
despacio, sin miedo,
venía de lejos,
venía del cielo,
se hacía pedazos
muy pulcros de agua
en esa jornada
de alcanzar el suelo.
La lluvia me moja,
me trae consuelo,
me busca y me encuentra,
no tiene recelos,
me toca la cara,
me acaricia el pelo,
me deja mojada
por fuera y por dentro.

Tranquilidad

No sé si en algún momento
escucho como de lejos
el silencio que consigo
cuando no tengo tormentos.
Tranquilidad que me dice
que no hay gritos,
no hay zozobras,
escalofríos lejanos
que me dejan por ahora
sin que me alcancen de cerca
mientras me tomo la sopa.

Techos

Techos de  mi pueblo
que veo feliz
entre las ventanas
que me hablan de ti.
Techos de St. Marys,
colores sin fin
que a veces son blancos
y otras son carmín,
verdes y grisáseos,
negros sin mentir,
en el gran paisaje
del invierno atroz
que puedo sentir.
Árboles desnudos
que hace un tiempo vi
con hojas doradas,
rojas o marrón
y que ahora muestran
los nidos de ardillas
que llevan en sí
las miles de nueces
del tiempo feliz
cuando las juntaban
tan cerca de aquí,
mientras que nos techos
que el verano esconde
detrás de los árboles
pueden verse ahora
en toda su gloria.

Mientras corro

Mientras corro muy ufana,
me corrijo sin querer,
me busco palabras raras
en espejos de papel,
me levanto de mañana
encontrando que de hacer
no se termina la lista
de la cosas que tus manos
buscan al amanecer,
en tanto espero de lejos,
sin quererlo o por querer,
encontrarte suspirando
por un beso de mujer
que a veces llega temprano
y otras veces ya se fue.

Todos

Todos mis amigos
se fueron afuera,
vuelven a Colombia,
no leen, no estorban,
dejan la ligera
historia de un verso
sin pena ni gloria
viendo desde adentro
cosas que cortaron
con viejas tijeras
al tiempo de auroras
que vuelan despacio
y escuchan las voces
que mi vida añora.

Nieve de siempre

La nieve blanca
cae despacio
sin hacer ruido,
solo el cansancio
de ver de cerca
todo tan blanco
me pone alegre
de vez en cuando.
La nieve vuela,
da muchas vueltas,
pero en la nada
de las piruetas
la nieve cae
sin darse cuenta
mientras el frío
la deja quieta.
Cuántas tormentas,
cuántos veranos
que van pasando
sin darnos cuenta,
cuánto te quiero,
cuánto te extraño,
cuando jugamos
sin darnos cuenta.

Qué es

Qué es que estaba buscando
al escribir mis poesías,
qué inquietudes me esperaban,
qué ilusiones me seguían,
qué cielos se hacían verdes,
qué suelo tenía piedras
que nadie quería ver
entre las flores dormidas.
Cuántas cosas que no veo,
cuántas que siempre imagino,
cuántas que leo despacio
en el libro del camino
que tomo todos los días,
todo el tiempo, siempre sola
entre las cosas queridas
de las que a veces me olvido.

4 paredes

Las 4 paredes
te buscan encima,
te atraen, te echan,
te vas a la esquina,
te persiguen siempre
sin que te des cuenta,
te abruman, constriñen,
no hay lugar de sobra,
todo es repetido,
todo se hace sombra
mientras que das vuelta
tantas, tantas veces
que ya no te ven
más que en la cabeza
que  nunca te nombra.
Chaleco de fuerza
que no te da tiempo
ni lugar ni alivio,
solo la congoja
de un lugar chiquito
donde me acurruco
a llorar tan sola
que en lo que me pasa
nada ya me asombra.

Cansada

Cansada de tanto tango,
tanto empuje, alevosía,
alegrías que me esperan
si recuerdo que en la vida
las cosas que voy sembrando
son las cosas que algún día
me vuelven en la cosecha
si no me encuentran dormida.
Despierta voy si me acuerdo
de abrir los ojos jugando,
de recordar lo que quiero,
cuando tan sola me amargo,
esperando que de pronto
tus abrazos sean milagros
como flores que me encuentran
recostada en el cansancio
de buscarte en mis poesías
aunque solo tenga un tango.

Bronca

La bronca se acuna
sin tener remedio
y el miedo se asoma
casi sin quererlo,
pero cuando empiezo
un verso escribiendo
el hecho que escribo
parece decir
lo mejor que pienso
quedó en el cerebro
y ni se parece
ni quiere admitirlo,
que lo que está escrito
afuerda de mí
es como un fantasma
que llora frustrado
porque el elemento
que suena mejor
no es siempre el intento
que empezó a salir.

Cantos de canciones

Cantos de canciones
que buscan estrellas,
que buscan la vida,
que buscan calor.
Cantos alejados
de todos los días,
de todas las cosas
que siento mejor.
Cantos que disuelvo
antes de escribirlos,
que miran de lejos,
se ríen de mí,
y en la morisqueta
de un beso perdido,
cantos de ilusiones
que van a morir.
Lluvia de mil vientos,
de hielo encastrado
sobre la ventana
que guarda el calor,
si hace frío afuera
me siento mejor.
Calor que espero encontrar
en las manos que me tocan,
y en los cantos que cantamos
cuando ya no estoy tan sola.