En la casa que vivía
en medio de la arboleda
me entretenía cantando
como olvidando una pena,
un amor, una esperanza,
y algún metejón lejano
que no olvido aunque quisiera.
El trabajo en esta casa
se hacía desordenado,
no se podía enteder
cómo poder arreglarlo,
mientras las cosas queridas
se iban amontonando
buscando curar heridas
a que no sangraran tanto.
Trabajo que me esperaba
cuando llegaba a la casa
mientras miraba a la tele
hasta sentirme alelada
con historias que encontraba
en los programas románticos
si cocinar la comida
no inspiraba demasiado.
Vaya a saber si en la vida
encuentraría de pronto
que el trabajo es divertido
cuando me miro al espejo
y me alegro de estar viva
porque la cara arrugada
indica que todavía
pueda vivir lo que venga.
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